Ayer nomás, Pipo Lernoud, un joven de poco más de 20 años devoto de la poesía y los escritos de Kerouac, Huxley, Ginsberg, y otros tantos, encontraba un nicho selecto de acólitos junto a los que tiempo después, y casi sin proponérselo, acabarían escribiendo las primeras páginas del rock vernáculo. Páginas que apenas un puñado de años más tarde se transformarían en otra cosa y, ya en formato de revista, compondrían el bastión más emblemático de la gráfica contracultural a través de tiempos espinosos.
A más de cinco largas décadas de aquella desfachatada bohemia porteña que encarnó como nada el año cero de casi todo lo que vino después, ahora el inefable Pipo se dispone a lanzar la antología definitiva de lo sucedido en un nuevo libro titulado “Yo No Estoy Aquí”: 350 páginas habitadas por tiempos irrepetibles en permanente búsqueda de algo diferente.
Me sorprende venir a descubrir recién ahora que tu nombre original es Alberto Raúl…
En realidad el sobrenombre Pipo me lo puso una amiga. En la época en que conocí a Moris todavía me llamaban Beto, como buen Alberto. Y la novia de Antonio Pérez Estévez, que era el bajista de los Beatniks, viene un día y me dice “no tenés cara de Beto, vos tenés cara de Pipo”. Yo no supe si eso era lindo o feo, pero me gustaba más que Alberto, o que Beto. Así que empecé a usar Pipo. Hasta hace poco, la única persona en el mundo que me llamaba Alberto era mi tío, que no podía aceptar que me llamaran Pipo. Yo viajé mucho por el mundo con el asunto de ser vicepresidente de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánicos, y a los ingleses le costaba mucho entender mi nombre, pensaban que me llamaba “People Lernoud”, porque suena casi igual: “¿Cómo, te llamás People?”… Y si alguien me grita “Alberto”, directamente ni me doy vuelta.
Poeta, compositor, periodista, precursor de la cultura orgánica en la Argentina…Con tantas cosas en tu haber, sinceramente no sé sobre qué empezar a preguntarte. Pero lo que aquí principalmente nos convoca es tu rol como figura clave del génesis de la escena de los verdaderos inicios del llamado “rock nacional”…
Bueno, no sé si “clave”…
Digamos parte fundamental. mínimamente. Ya que estamos, ¿cómo es que nunca tuviste la inquietud de ser músico?
Sí, la tuve. Moris me enseñó a tocar algunos acordes de guitarra, y Javier Martínez a tocar la batería. Incluso tengo unos cuadernos donde Javier me enseñaba los paradiddles, eso de las secuencias de manos cuando uno practica batería. Y yo anotaba, pero no prosperaba. Y con la guitarra tampoco llegué a ningún lado, o bien no lograba afinar para cantar. No servía para eso.
¿Qué fue lo que evitó que tengas el sueño de casi todo adolescente?
Es que yo estaba muy pendiente de escribir. Obviamente, me hubiera gustado. De hecho siempre le estoy diciendo a mi mujer, María Calzada, que hizo coros en el primer disco de los Redonditos junto a Claudia Puyó y Laura Hutton, que si yo cantara como ella mejor que Paul McCartney se corra, porque considero que, si también pudiese cantar, podría escribir muy buenas canciones.
Como sucedió con “Ayer Nomás”, que compusiste con Moris.
Claro, yo le llevé la melodía. Pero en sí lo de componer canciones nunca prosperó.
¿Entonces cómo te las arreglabas para componer?
Siempre con alguien. Con Miguelito (Abuelo) lo hacíamos seguido, porque el vivía en casa. Y en el caso de Tanguito, él agarraba mi cuaderno, o el de Hernán Pujó, que es el autor de “Amor De Primavera”, y se ponía a tocar sobre los textos. Que es lo que pasó cuando escribí la letra de “La Princesa Dorada”.
Tantas veces te habrán hecho las mismas preguntas sobre “Ayer Nomás”, que me cuestiono si queda pendiente alguna anécdota o historia que nunca se haya contado.
Lo que me resulta interesante mencionar es que “Ayer Nomás” es una de las primeras canciones del rock nacional, porque fue originalmente compuesta para el repertorio de los Beatniks, que a principios del ’66 ya se habían presentado en La Cueva y sacado su primer disco, “Rebelde”. Ellos cantaban la versión original, así como “No Finjas Más, Yo No Pretendo” y un par de canciones más, ése era todo su repertorio. La gente no sabe que “Ayer Nomás” era del repertorio de los Beatniks, y todo esto fue un año antes que “La Balsa”. Los Gatos ensayaron 1 año en La Cueva, y ahí fue donde Litto (Nebbia) empezó a probar músicos, como fue el caso de Alfredo Toth, el bajista.
¿HOMBRES DE LAS CAVERNAS? NO, DE LA CUEVA
Sobre esos años de bohemia tan particulares, ¿cuál señalarías como la primera noche en que ingresaste a ese mundo?
Bueno, sin dudas fue mi primera entrada a La Cueva. Pero antes de eso me habían echado de varios colegios, y terminé abandonando la secundaria en cuarto año. Yo vivía con mi vieja, que era separada, y la verdad, ella me bancaba en todo. Y yo me la pasaba leyendo, quería ser poeta, y una vez me encontré con la revista “Eco Contemporáneo” de Miguel Grinberg, que vendían en los kioscos de la calle Corrientes, del lado del Obelisco, hasta Callao, donde había un montón de revistas de baja tirada de poesía, culturales, de teatro, que de hecho las sigue habiendo… Y yo leía todas esas revistas de literatura medio caseras. La de Juan Gelman, por ejemplo, y también “Opium”, que era una revista hecha por unos beatniks. Los que editaban Opium son los mismos que aparecen en la película “Tiro De Gracia”, cuya banda de sonido estuvo a cargo de Manal , que pertenecían al grupo de intelectuales que frecuentaban el Bar Moderno. Y fue en un número de Opium que leí una cosita chiquita que decía “hay un boliche donde hay jazz y poesía y qué sé yo que se llama La Cueva y está en la calle Pueyrredón…”
Es decir que tu entrada en la escena se dio básicamente por el lado de la poesía…
No, en verdad fue por el jazz. En esa época yo escuchaba mucho jazz, en realidad el rock todavía no existía. A mí ya me gustaban los Beatles y Bob Dylan, pero en general no existía como “cultura”. Y el jazz era la música de la bohemia. Yo escuchaba mucho Charlie Parker y Miles Davis. Pero la “cultura de rock”, tal como la conocemos, todavía no existía. Antes del ’66 no había ni Caetano Veloso en Brasil, ni Eduardo Mateo en Uruguay, ni Tanguito en Argentina. Todo empezó en el ’65, o en el ’66. Y la revista de Grinberg, u Opium, son anteriores, del ’63 o del ’64.
Y así fue como ingresaste a ese círculo “selecto”.
Cuando entré me encontré con tipos de mi edad, porque esos otros beatniks que mencioné eran en verdad tipos más grandes.
¿Cómo se reconocían entre ustedes? ¿Existía algún tipo de código que les facilitaba identificarse si eran “del palo”?
Pasaba por ser un poco desprolijos, nada más, porque usaban corbata, probablemente, pero al mismo tiempo no tenían los zapatos lustrados. Hoy parece una locura, pero si uno ve las fotos de esa época… Por ejemplo, hay un videíto de La Cueva en el ’65 en que podés ver que iban todos con corbata.
Bueno, pero en los clubes de Inglaterra o USA de la época también vestían así.
Seguro, pero el rock después rompió todo eso, y cada uno se vistió como quiso.
¿Recordás con detalle esa primera noche que entraste a La Cueva?
No exactamente, pero los primeros que conocí fueron Moris y Pajarito Zaguri. Pajarito era muy charlatán, muy fácil para relacionarse. Y a mí me costó mucho, porque era muy tímido, pero entré y estaban estos tipos que hablaban de música. Se los veía divertidos, por lo que enseguida me hice amigo de ellos. Yo podía hablar de todo lo que le interesaba a Moris, ya sea de Krishnamurti o de Aldous Huxley.
¿Me parece a mí o podemos trazar un paralelismo entre los primeros Abuelos De La Nada y lo que pasaba en Brasil, por ejemplo, con bandas como Os Mutantes? Había un fuerte elemento de psicodelia y poesía que creo estaba presente en ambos grupos.
¡Totalmente! Y eso es lo que queríamos hacer, pero no dio.
LA PRIMERA COSA QUE FUE CONTRA LA ESTRUCTURA Y EL ROCK COMERCIAL TUVO QUE VER CON LAS CANCIONES DE LOS BEATNIKS, Y A PARTIR DE AHÍ CAMBIÓ EL REPERTORIO DE LITTO NEBBIA. EL QUE CAMBIÓ TODO FUE MORIS, ES EL TIPO QUE INVENTÓ EL ROCK AQUÍ.
¿Se conocía a Os Mutantes aquí en Argentina?
No, para nada. Sí a Chico Buarque, que era muy famoso, y después tanto yo como Moris y Litto conocíamos perfectamente a Joao Gilberto.
Todo esto antes que llegue el Tropicalismo…
Precisamente, lo que fueron las raíces del Tropicalismo, que se componía de bossa nova y Beatles, o Hendrix. Y aparte nosotros conocíamos mucho a los músicos uruguayos a través de los Shakers, que venían mucho a La Cueva, y también los Bulldogs, o los Mockers.
Había empatía entre todos, más allá de los países de donde venían.
De alguna manera había una gran confraternidad entre los músicos, porque todos íbamos en cana, simplemente por teneer el pelo largo, sobre todo aquí en Argentina. Lo mismo le pasaba a Los Jaivas en Chile, de quienes yo me hice muy amigo. Y todos nos parecíamos, más allá de los países de origen, porque teníamos los mismos padres. Todos escuchábamos a los Beatles, a los Stones o a Dylan, y todos leíamos los mismos libros. Ciencia ficción, Huxley, Ginsberg, Kerouac, Ferlinghetti…Si bien los chilenos tenían su propia forma de ser, y los brasilleros la suya, todos nos queríamos sacar de encima la cultura de los viejos de la formalidad, el caretaje o la represión sexual. Todos hablaban de libertad sexual, de una cultura más compartida, y salir un poco del modelo de la familia y el padre autoritario. Y fue la música que permitió transportar esas ideas a todo el planeta.
HIPPIE HIPPIE SHAKE
En 1967 organizaste el primer encuentro hippie, en la plaza San Martín…
Fui uno de los organizadores, junto al Colorado Rabey, que era uno de los fundadores de Mandioca. Nosotros no le decíamos “hippie”. Yo diseñé una especie de panfleto que decía “a todo melenudo que veas, o tipo o chica que está vestido diferente, decile que vaya a Pza. San Martín el Día de la Primavera a las 15 hs.”, que tuve que tipear con papel carbónico, porque todavía no existía la fotocopiadora. Entonces cada uno de los que iba a La Cueva se llevaban uno de esos papelitos, y si se animaban, lo copiaban. Y después se los entregaban por la calle a cualquiera que diera esa imagen.
Además en fecha del Día del Estudiante…
Claro. ¿Sabés por qué?
Supongo que porque es un día en el que la gente tiene la posibilidad de vestirse de cualquier cosa.
¡Exactamente! Es un día en que te podés disfrazar de lo que quieras. Entonces los tipos se podían soltar los pelos, que los llevaban debajo del cuello de la camisa, y usaban camperas que decían “I love The Rolling Stones” y qué sé yo, y como todo el mundo andaba disfrazado por la calle, al menos en ese día no había ningún problema.
Ya la pegué con lo de Os Mutantes, y ahora con lo de adivinar por qué el Día del Estudiante fue la fecha elegida para la famosa reunión.
Es que nadie se daba cuenta de esas cosas. Mirá, Pajarito era un personaje, y él siempre quiso ser famoso. Andaba mucho por los canales de televisión, y hasta había cantado en el Club Del Clan. Y él tenía una lista de periodistas, con nombres, ponele, Magdalena Ruiz Guiñazú, número tal de teléfono. Pajarito tenía todos los teléfonos…
Un mailing…
Exacto, como si fuera un mailing. Tenía a los veinte periodistas más grosos, o a los directores de las secciones de Cultura de las revistas de actualidad. Pajarito nos prestó esa lista, y entonces empezamos a llamar a todos los medios de difusión para hacer un poco de ruido, diciéndoles que iba a haber “una reunión de melenudos en la plaza, tocando guitarra…”, y bla bla bla. Entonces los tipos dijeron “¡uy, una nota de color!” Y fueron. Si vos lo buscás en YouTube, hay un video en el que está Andrés Percivale entrevistando a la gente ese día, y donde también aparecemos Tanguito y yo. Y también se acercó un enviado del programa de Pipo Mancera para invitarnos a ir al programa “Sábados Circulares”, y entonces fue Tanguito a cantar, pero años después descubrimos que todas esas cintas las habían borrado. Y también vino José De Zer, que se quedó a dormir en la plaza con nosotros los hippies durante 48 hs.
José de Zer era como el Hunter Thompson argentino…
¡Noooo! (Risas). Y en verdad hicimos todo eso para demostrarle a la gente que no éramos ni guerrilleros, ni putos, ni nada. Simplemente gente que quería vivir de forma distinta. Para quien quiera verlo, en mi página de Facebook está el manifiesto que escribí y repartí ese día, que decía que los hombres no pueden vivir libres en cualquier parte de su planeta, que tiene que ver con una idea que yo ya tenía, sobre que éste es un planeta que compartimos todos, que tampoco era algo que yo haya inventado.
Al año siguiente, en 1968, salió el primer simple de los Abuelos de la Nada con “Diana Divaga”, y “Tema En Flu Sobre El Planeta” en la cara B. ¿Eso indica que ya tenías conciencia sobre la ecología?
Absolutamente.
Quiero decir, nada más y nada menos que un tema de los Abuelos que hablaba sobre ecología, y donde encima tocaba Pappo.
Es que si uno se fija en las primeras canciones del rock nacional, ¿de qué hablaban? Hablaban de “vayamos al campo, etc.” Y en el rock había, y todavía lo hay, esa cosa de que la naturaleza es buena y la ciudad es mala, “esta guerra de ambición”, como decía Javier Martínez. Protestar contra esa vida de ciudad burguesa y esclava, y lo de ser libre en el campo. Todas las canciones hablaban de irse al campo. Y resulta que yo me fui al campo, y cuando miré no venía nadie atrás, me iba solo. Me fui a Capilla Del Monte con Miguel, Tanguito y otros y allí inicié una huerta, y al final nadie quería laburar, nadie quería agarrar una pala.
Y DE GOLPE, LA EXPRESO
Fuiste uno de los fundadores del Expreso Imaginario en 1976, y después uno d sus directores, cuyo primer número salió en agosto, cinco meses después del golpe.
Así es, ¿y vos sabés por qué terminó saliendo después de la fecha del golpe?
SIEMPRE DIGO QUE TANTO NOSOTROS, COMO LOS MÚSICOS DE ROCK, TUVIMOS QUE ENCONTRAR CIERTO LENGUAJE PARA HABLAR DURANTE LOS AÑOS DE LA DICTADURA.
En absoluto, lo desconozco. Precisamente me llama la atención que haya salido justamente en esa época, siendo algo tan antagónico a lo que estaba ocurriendo en el país.
Es que Jorge Pistocchi tenía originalmente la revista Mordisco, y en uno de los números, no recuerdo exactamente cuál en este momento, pero sí que fue en el ’74, va y anuncia la salida de la revista Expreso Imaginario. Porque él ya tenía la idea de hacer una revista que incluyera otras cosas antes de conocerme, y que no fuera exclusivamente sobre música. Finalmente nos conocimos en el ’75, y lo llamamos a Horacio Fontova, al cual ambos conocíamos, más allá de todos los amigos que teníamos en común como Miguel Abuelo o Spinetta. Formamos una suerte de equipo, empezamos a darle forma a la revista, y encontramos un tipo dispuesto a editarla. Para poner la guita y ocuparse de los números, que es algo muy importante, y ese fue Alberto Ohanian. Todo esto habrá sido en octubre del ’75, pero no la íbamos a lanzar a fin de año, que es cuando la gente se va de vacaciones, por lo que decidimos comenzar a editarla en marzo del año siguiente, o sea, marzo del ’76. ¡Exactamente cuando vino el golpe! Y entonces, a raíz de eso, nos dijimos, “no, ¡paremos!” Pero finalmente la sacamos igual, si bien cuidándonos mucho. Hubo muchísimas cosas que decidimos no poner. Notas de sexo, de erotismo, o de tinte político.
¿Sufrieron alguna vez la censura deliberada, o algún tipo de advertencia?
No necesariamente. Los contenidos de cada número se discutían en las reuniones. Jorge Pistocchi me llevaba varios años, y al mismo tiempo yo también le llevaba varios años a Alfredo (Rosso) y a Claudio (Kleiman), por lo que siendo el mayor, Pistocchi era el más lúcido y el que mejor sabía qué publicar, o qué no publicar. O decir las cosas en forma de metáfora, o más suavemente. Yo siempre digo que tanto nosotros, como los músicos de rock, tuvimos que encontrar cierto lenguaje para hablar durante los años de la dictadura.
“Canción De Alicia En El País” de Serú Girán, tal vez el caso más representativo, con toda su subliminalidad.
Claro, es un buen ejemplo. Nosotros hablábamos de ecología, de indígenas, de comunidades y de la vuelta al campo, pero era una manera indirecta de referirnos a la sociedad.
¿Creés que de haberse conocido antes ciertos horrores de la dictadura que terminaron siendo descubiertos más tarde se hubieran comportado igual? Porque la revista no tenía ninguna proclama revolucionaria, ni nada de eso…
Desde ya, para nada. El rock siempre estuvo en contra de la lucha armada. Cuando una parte de nuestra generación se metió a tomar las armas para tirar a Isabelita, pongámosle, el rock siempre estuvo en contra. Ni siquiera en la época de Montoneros, etc. Ya bastante antes de eso, en el ’68, los Beatles decían que “todos queremos una revolución, todos queremos cambiar al mundo, pero si querés destruir, no cuentes conmigo” Queríamos cambiar la conciencia de la gente, y no obligarla a hacerlo.
O sea que dentro de todo el Expreso tuvo un tránsito tranquilo.
Pasaron cosas, yo caí en cana, etc., pero nada que atentara contra lo institucional. Nunca le pasó algo “a la revista”. Había tipos que te miraban y te hacían preguntas, pero ellos pensaban que era sólo una revista de música.
En 1966 fuiste uno de los organizadores de la muestra “30 Años del Rock Nacional”. ¿Por qué se tomó como fecha de partida el año 1966?
Hay una discusión respecto a eso. ¿Cuál sería para vos el hito que marcaría el comienzo del rock aquí?
La edición de “La Balsa”, supongo.
Bueno, para mí no, para mí es “Rebelde” de los Beatniks. Y para Litto Nebbia es su simple anterior “La Respuesta”, con Los Gatos Salvajes. Y ahí yo le retruqué que llegado el caso entonces tenía que ser el disco de Tanguito del ’63, cuando sacó un simple con los Dukes, que era una imitación de Palito Ortega y terminó siendo una porquería infernal. Para mí, y también muchos periodistas están de acuerdo, el verdadero inicio se da cuando se empezaron a componer canciones con una mentalidad diferente, cantando “Rebelde me llama la gente, soy libre y quieren hacerme esclavo de una tradición…” Y creo que “La Respuesta” era una canción comercial, y no representaba ese contexto. La primera cosa que fue contra la estructura y el rock comercial tuvo que ver con las canciones de los Beatniks, y a partir de ahí cambió el repertorio de Litto Nebbia. El que cambió todo fue Moris, es el tipo que inventó el rock aquí. Ves, a él deberías entrevistar, en vez de mí.
Bueno, borro la entrevista y salgo a buscarlo a Moris. No faltará la oportunidad de hacerlo en breve.
¡Por supuesto!
TIEMPOS PASADOS
Ya que lo mencionaste, ¿cómo convivía el rock autóctono con la llamada escena beat y canciones del tipo “un día de paseo en Sta. Fe, no le hace mal a nadie, ya lo sé”?
Es que eso fue algo un poquito posterior, un rock más comercial, si bien los Gatos también eran beat. No existía la palabra “rock” todavía, pero grupos como Trocha Angosta hacían algo más imitación beatle. O cosas del Spencer Davis Group. De hecho así es como empezaron los Vox Dei, cantando canciones de Spencer Davis Group, que también es lo que hacía León Gieco con su grupo Los Moscos. ¿Pero qué banda no empezó haciendo covers?
¿Cómo vivís el hecho de que muchos de los que forjaron esa época junto a vos ya no estén?
Bueno, es que ya estamos en edad de irnos… Aparte hubo tipos que habían vivido una vida intensa y estaban muy baqueteados. Si vos lo veías a Pajarito en sus últimos días, te dabas cuenta que estaba muy hecho pelota. Pero bueno, es una de las leyes de la vida. Yo ahora estoy por sacar mi libro definitivo, que reúne 50 años de periodismo, 350 páginas, y ahí está todo. Por lo que si me muero mañana, sé que ya la hice. Ya dije todo lo que tenía para decir.
¿Es verdad que te ponías a traducir letras de Bob Dylan en aquellos primeros años? ¿Y de ser así, cuál era el motivo?
Las traducía para Tanguito, porque me daba bronca que los tipos no entendieran lo que Dylan estaba diciendo, que era impresionante. No es como ahora, que hay mucho libro, o canciones en YouTube con subtítulos.
Como buen fan de Dylan, sabrás que tiene el récord de más libros escritos sobre un artista… Incluso hay libros sobre la bibliografía escrita sobre Dylan.
Y, si nos ponemos a hablar de Dylan… Pero bueno, eso es lo que pasaba. Recordemos que eran los años en que Dylan empezaba a apuntar a lo eléctrico con “Bringing It All Back Home”. Y entonces, por ejemplo, Tanguito había hecho una canción con el ritmo de “Subterranean Homesick Blues”, y la cantaba en español, y decía “Johnny está en el sótano preparando la medicina, yo estoy en la calle protestando…” Y paraba. “Protestando contra qué”. Paraba. “Protestando contra usted, porque Ud. es un careta y…” Y yo le explicaba que Dylan no decía eso, que no estaba protestando, que era algo más poético, y discutíamos. Pero él me decía “no me importa, a mí me gusta así”. Y las cantaba en las plazas o en los bares. Nos metíamos en un bar y de repente Litto, Moris o Tanguito sacaban la guitarra.
TODAVÍA TENGO GUARDADA LA SÍNTESIS DEL GUIÓN ORIGINAL DE LA PELÍCULA QUE NOS HABÍAN ALCANZADO, Y QUE NOS PARECIÓ UNA PORQUERÍA. NOS DIJIMOS “ÉSTE NO ES TANGUITO”. POR LO QUE NO ACEPTAMOS NUNCA QUE NUESTRAS CANCIONES APAREZCAN EN LA PELÍCULA.
¿Cómo viviste el fenómeno de “Tango Feroz”, la película de Tanguito que se hizo hace unos años?
No me gustó para nada; incluso junto a Javier Martínez, Moris y Ben Molar mandamos una carta documento prohibiendo el uso de nuestras canciones… ¿Por qué en la banda de sonido no están ni “La Princesa Dorada”, ni “El Hombre Restante”, ni “La Balsa”? No nos gustaba como la película estaba planteada, era mentira, es no era el verdadero Tanguito, él era otra clase de tipo. Tanguito no era de esos que se iban a poner a romper todo, que se picaba en el baño o se peleaba con todo el mundo. Nada que ver. Todavía tengo guardada la síntesis del guión original de la película que nos habían alcanzado, y que nos pareció una porquería. Nos dijimos “éste no es Tanguito”. Por lo que no aceptamos nunca que nuestras canciones aparezcan en la película, y de hecho sólo están las de Tanguito.
En el 2007 editaste “Sin Tiempo, Sin Memoria”, que fue tu primer libro de poemas. ¿Por qué demoraste 40 años para editarlo, si siempre se te definió como poeta?
Sí, yo debería haber editado mi primer libro de poesías en el ’67, o algo así, ya escribía bastante en esa época. La verdad es que, cuando llegué a La Cueva, yo quería ser poeta. Mis héroes eran Rimbaud, Baudelaire, Ginsberg, etc., y quería publicar, pero de repente se dio esto de componer “Ayer Nomás”, y adentrarme en toda esa movida que generaban los Beatniks, Moris, Javier, Tanguito, Litto y Miguel Abuelo, a quien yo acerqué a La Cueva. Miguel era un poeta extraordinario, pero a nadie se le ocurría publicar libros de poesía, porque para eso estaban los discos. Era mucho más interesante escribir una canción que publicar poesía. Incluso con Moris en el ’66 íbamos a hacer una revista que se iba a llamar La Mano, teníamos como veinte notas listas. Pero al final no salió porque en ese momento era todo muy loco, muy elástico.
Y que terminó teniendo el mismo nombre para la revista de la que formaste parte muchísimos años después.
Claro, de ahí vino el nombre.
ANIVERSARIO Y LIBRO
Se acaban de cumplir los 40 años del Expreso, que fueron celebrados con charlas y eventos en el CCK. ¿Cómo es recordar una revista emblemática cuatro décadas más tarde? ¿Y por qué no se hizo nada a los 20, o a los 30?
Cuando se cumplió el 20 aniversario, no le daban tanta bola. Ahora el mito del Expreso se ha agrandado. Yo no sé por qué ahora sí se da. Hasta salió un libro sobre la historia de la revista. Hay mucha gente que se formó leyendo el Expreso, y hasta lo usan para enseñar en la universidad. Tal vez tenga que ver con el hecho de que todo el contenido de la revista está en internet, para que cualquiera se lo baje gratis, proyecto con el cual colaboré. La gente venía y me decía “¿Cómo era el Expreso? Porque nunca vi un ejemplar” Y terminé escaneando todo y poniéndolo en un CD, que lo vendía en las lecturas de poesía para recuperar los gastos que me llevó organizarlo.
¿Te reconforta ese revival?
A mí me gusta mucho toda esta movida. Yo no soy un tipo nostálgico, porque vivo haciendo cosas en el presente, pero me encanta lo que hemos hecho. Me parece que el rock nacional ahora está bárbaro, y también que hubo muchas épocas en que no lo estuvo. Pero esa época original me parece muy rica. Me gusta mucho todo lo que fue Manal, Almendra, etc., como también lo que hemos hecho con Miguel Abuelo, o con el Expreso Imaginario, por lo que no tengo problemas de hablar y discutir sobre eso, o rendirle homenaje.
Bueno, de algún modo se trata de la biografía de tu vida…
Es que el Expreso fue un refugio para todo. Todas esas etapas tienen algo muy interesante, y es que trabajábamos en grupo. Tanto en los días de La Cueva como en los del Expreso. Quizás por momentos estaba todo mal, pero siempre estábamos juntos con los amigos.
Hace poco comentábamos lo mismo en una entrevista que hice con Sergio Aisenstein, cuando nos referíamos al Café Einstein, y esa especie de refugio que el Einstein significaba para los que iban al lugar.
Exactamente. Para mí hubo dos lugares fundamentales, que fueron La Cueva y el Einstein. Y cuando hicimos la muestra de los 30 años del rock nacional, yo propuse reproducir esos dos lugares, los dos más simbólicos del rock nacional, como parte del evento. Lo discutimos mucho, y finalmente el que bancaba el proyecto nos dijo que sólo se podía hacer uno. Así que terminamos reproduciendo una falsa Cueva por medio de paneles. El tema es que tanto Rodolfo García, como yo, no nos acordábamos de los detalles exactos. Por ahí uno recordaba que había un sillón a la derecha, y el otro decía que estaba a la izquierda. O dónde estaba ubicado el mostrador. Y mientras discutíamos nos dimos cuenta que en verdad no nos acordábamos nada de cómo era exactamente el lugar. Y entonces contactamos al guitarrista Ricardo Lew, a ver si él lo recordaba, y Lew tenía una visión totalmente distinta. Y terminando pensando que no lo íbamos a poder hacer en tanto nadie recordase cómo era el lugar.
¿Pero cómo, no había fotos que pudieran usar de guía?
No había. Y comenzamos a buscar fotógrafos que hayan pasado por allí en la época. Y ahí apareció Jimmy Olszevicki, que había estado con Moris y con los Beatniks. En aquel momento Jimmy había conseguido que el padre de Moris le prestase una cámara, con la que había sacado muchas fotos. Y entre los negativos encontró un montón de fotos que nadie sabía que existían, o que estaban perdidas, como esa famosa tira de fotos de Tanguito en una terraza, donde está colgado, además de un montón de los Beatniks. Pero seguíamos sin saber cómo era La Cueva, hasta que encontró dos rollos con negativos con fotos del lugar, donde se veían las paredes, que tenían todas fotos pegadas sobre ellas y cosas escritas, y finalmente logramos reproducir el lugar y su escenario original, que tenía una sola lamparita colgando en el medio. No había micrófonos, no había nada. Y ahí recordamos todo, que en verdad era un lugar que estaba hecho mierda, y no como pensábamos que era. El día anterior a la inauguración de la muestra abrimos la puerta para los invitados especiales, la mayoría músicos. Y yo lo llevé a Moris, que no sabía nada de esto. Y cuando Moris entró y vio lo que habíamos hecho, se quedó paralizado, y empezó a llorar. Dijo “¡Guau, es La Cueva!”
ESTOY POR SACAR MI LIBRO DEFINITIVO, QUE REÚNE 50 AÑOS DE PERIODISMO, 350 PÁGINAS, Y AHÍ ESTÁ TODO. POR LO QUE SI ME MUERO MAÑANA, SÉ QUE YA LA HICE. YA DIJE TODO LO QUE TENÍA PARA DECIR.
La prueba de fuego…
Yo me asusté, lo vi completamente impactado, quedó como tarado, como si le hubieran pegado una piña. Fue todo muy emocionante. Y lo mismo fue pasando con todos los que siguieron llegando.
El mes que viene estás editando tu libro “Yo No Estoy Aquí”, que no se trata exactamente de una autobiografía, ¿o sí?
No, es una antología de 50 años de cultura, y se llama así por la letra de “La Princesa Dorada”, cuando dice “yo no estoy aquí, sólo mi sonrisa me delata” Hay de todo, anécdotas, etc. Pero empieza con mis diarios de cuando era pendejo, con cosas que escribía como “quiero ser poeta”, o “me tengo que ir de esta casa burguesa” Al día siguiente, “conocí a Moris y a Pajarito” Luego, “debutaron los Beatniks” “Estuve en cana con Miguel porque él no tenía los documentos y nos pasó esto y lo otro…” Luego pasamos a La Mano, la revista del ’66 que nunca fue editada, de la que hablamos anteriormente. Luego sigue con las canciones que compuse, pero también un montón de inéditas que había hecho con Miguelito. Y después las cartas desde Europa, de cuando me fui allí, “viviendo desnudo en una playa con una americana…” “En esta playa hay 5.000 hippies fumando porro…”, cartas que yo le escribía a mi hermana y a mi vieja. La encontré todas tras fallecer mi vieja, entonces se las mostré a Martín Graziano, que es quien me ayudó a hacer el libro, el mismo periodista que hizo el del Expreso. “Me voy en moto a Madrid con un amigo, estamos haciendo artesanías”, “Me fui a Marruecos”, y qué sé yo. Todas las aventuras. Mi regreso a la Argentina. Cómo empecé a escribir y cómo me metí en el Expreso. La primera nota de la revista. Cuando me fui a vivir a Brasil, cuando volví. Las primeras notas para Canta Rock. Las cosas que leía al aire cuando hacíamos el programa de radio con Alfredo Rosso. La revista La Mano, la que sí salió. El blog que hice después del cierre de la revista. Y después Facebook y lo que publico ahí, y todo eso salpicado con fotos. Hay material sobre la cultura orgánica, etc. Es la descripción de la vida de un tipo de la cultura alternativa.
¿Ya tiene fecha confirmada de lanzamiento?
Lo presentamos el 21 de septiembre, ¡exactamente 49 años después de aquel día!
Entonces voy a ir dejándome el pelo largo y avisándole a todos los personajes desprolijos que circulen por la ciudad…
¡Claro! Y vamos a invitar a músicos amigos a que vengan a tocar, pero tipo camping. Esa es la idea, por ahora.
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