Publicado en Revista Madhouse el 9 de diciembre de 2016
Allá por 1989, en momentos en que los Rolling Stones cumplían poco más de un cuarto de siglo de existencia, el bajista Bill Wyman, que para entonces aún era miembro del grupo, brindó la definición definitiva (palabras más, palabras menos) para referirse a la banda que después de varias especulaciones terminaría abandonando definitivamente tres años más tarde: “Tuvieron que ser cinco chicos blancos de Londres que tomaron aquella música negra que llegaba del otro lado del Atlántico, cuya grandeza nunca había sido oportunamente reconocida, y que se la devolvieron a los americanos haciéndola popular”.
“SI NO CONOCÉS EL BLUES, NO TIENE REALMENTE SENTIDO AGARRAR LA GUITARRA Y TOCAR ROCK AND ROLL, U OTRO TIPO DE MÚSICA POPULAR”
– KEITH RICHARDS
– KEITH RICHARDS
Tras más de medio siglo satisfaciendo a sus fans, y en un año que tuvo a la banda más grande del rock’n’roll ocupada por demás llevando a cabo una memorable gira sudamericana que concluyó con un histórico show en La Habana, semejante racha de actividad podría resultar más que suficiente para la mayoría de los grupos. Salvo que los Stones no pertenecen a esa mayoría. Y es por eso que, acto seguido, en octubre pasado se instalaron en el desierto de California a lo largo de dos fines de semana para formar parte de la grilla del recordado multiestelar festival Desert Trip.
ES UN TRABAJO SUCIO (PERO ALGUIEN TIENE QUE HACERLO). Esto puede significar un montón de trabajo para un conjunto de músicos que ya superaron los 70 años de edad pero, se sabe, darse por acabados nunca estuvo incluido en el manual básico de actividades del grupo. De hecho, nada más lejos de la realidad. Por eso no resulta nada extraño que 28 años después de aquella aseveración tan certera de Wyman, la que hablaba de la misión divina que los Stones llevaron a cabo como nadie, terminen lanzando al mercado el disco que cumple a rajatabla con el know how de aquel inestimable emprendimiento comenzado 54 años atrás. Era hora de volver a grabar.
“NUNCA ANTES HICIMOS UN DISCO ASÍ. HASTA NUESTRO PRIMER DISCO TIENE SOBREGRABACIONES” – MICK JAGGER
Habían pasado once años desde su último disco “A Bigger Bang”; en lo que a álbumes completos de estudio se refiere, la pausa más larga de toda su carrera, y la ansiedad de Keith Richards por registrar material nuevo había sobrepasado todo los límites . Claro que aquellas sesiones de fines de 2015 en los estudios British Grove de Chiswick, en el oeste londinense, propiedad del ex Dire Straits Mark Knopfler, las mismas que apuntaban a un nuevo disco con canciones frescas de los Stones -que en teoría sí saldría al ruedo en algún momento del próximo año- terminó deparándoles una sorpresa tras descubrir que los clásicos de blues que solían zapar en busca de inspiración, acabarían conformando un flamante trabajo de estudio. Comenzaron interpretando una versión de una canción de Little Walter (la misma cuyo título terminaría dándole nombre al álbum), y la experiencia sonó tan bien que la banda terminó versionando algunas más, lo que resultó en un disco enteramente compuesto por canciones de blues de Chicago. Pura magia.
ESA VIEJA MAGIA AZUL. “Blue & Lonesome” no es sólo el primer álbum de los Stones sin composiciones de la dupla Jagger-Richards, lo cual constituye un hecho históricamente inédito en la carrera de la banda, cuando hasta el disco debut del grupo de 1964 sufrió algún que otro intento de incluir canciones propias, sino que además está exclusivamente integrado por viejas canciones oscuras de blues que en su momento ni siquiera llegaron a ser hits, en lugar de haber optado por clásicos más comunes del estilo como podrían haber sido “Smokestack Lightning” o “Hoochie Coochie Man”, entre tantos de tantos. Un total de 12 versiones directas de la pluma de Jimmy Reed, Little Walter, Howlin’ Wolf, Magic Sam, y demás musas, algunos de los artistas que cautivaron a Jagger, Richards, Watts y Wood desde muy jóvenes, y principalmente al seminal Brian Jones, canciones sin cuya presencia la banda seguramente no hubiera existido.
“NO ES ALGO TÉCNICO, ES EMOCIONAL. UNA DE LAS COSAS MÁS DIFÍCILES ES LOGRAR ESA SENSACIÓN” – CHARLIE WATTS
No menos curioso resulta leer que muchos críticos se refieran a “Blue…”, sin duda un trabajo fundamental en la carrera del grupo y clásico instantáneo, como “la nueva obra de los Stones”, cuando sin ir más lejos proviene de la cepa más pura de la banda, lejos de toda suerte de deliberación y favoreciendo la espontaneidad absoluta, y por primera vez en la historia registrado absolutamente en vivo en estudios con los cuatro Stones casi pisándose los talones en el plazo record de tres días, entre el 11 y el 14 de diciembre de 2015. Una receta perfecta que el cuarteto, lejos de toda planificación y sin más que dando rienda suelta a una sobredosis inesperada de éxtasis repentino (que puede apreciarse de forma contundente al escucharlo), emplearon para dar lugar a la deuda más grande que la banda tenía para con la música, y también con su propia carrera, produciendo un disco que está tranquilamente a la altura de sus mejores trabajos de los 60 y los 70.
“EL DISCO SE HIZO SOLO”. Así fue como lo definió Richards. Por eso la presencia del sonido lo-fi distorsionado intencional (crédito del productor Don Was), tal como sonaba el blues original de Chicago que se respira a través del repertorio elegido para la ocasión, un flashback directo a aquel sonido de sótano de muchos de los discos de blues registrados 60 años atrás, o incluso más, por los intérpretes originales de las canciones. Y también por eso, tantas otras sorpresas. En rigor, los Stones no grababan canciones de blues tan perfectas desde al menos su hiperclásico “Exile On Main St.” Para la ocasión, sumándose a la lista de novedades, el disco tampoco incluye guitarras sobregrabadas siendo los únicos overdubs los del piano de Chuck Leavell, que esta vez ha dejado su estilo algo azucarado de lado para plasmar su mejor performance en un disco stoniano que aparece básicamente dominado por Jagger, que como nunca antes deja en claro por qué fue siempre uno de los mejores armonicistas que existieran, caballerosamente secundado por los delicadísimos aportes de guitarra de Richards (que asimismo también por vez primera esta vez no aporta alguno de sus clásicos riffs marca registrada) y Wood (que ha realizado algunos de los mejores solos de su historia en su rol de bluesman), más un Charlie Watts completamente sólido y la participación especial del invitado de honor Eric Clapton en dos de las canciones, quien realizó una tarea descomunal dejando plasmado su ya clásico estilo, a pesar de los problemas de salud que atentaban contra su movilidad física a la hora de ejecutarlo, como fue de público conocimiento. Jagger nunca antes sonó tan animado o desbordado de pasión, gimiendo cada una de sus notas de forma desgarrada, bombeando sangre a todas y cada una de las canciones, desatando incansablemente sus mencionados dotes a la hora de hacer estallar su armónica.
“El blues siempre se trató de transmitir aquella música maravillosa que tiene sus orígenes en los estados sureños norteamericanos, y que fue afinada hasta la perfección en la Chicago de posguerra”, señalan las liner notes del álbum a cargo de Richard Havers. “El blues es sobre la gente –sus amores, sus vidas, sus miedos y sus adversidades- y las mejores canciones de blues son las cantadas con pasión y gran espíritu. Se trata de música que habla de su propia historia. Hay muchos que piensan que el blues habla de las pérdidas, pero lo es también sobre el amor, el desee, el anhelo, y hasta a veces es algo divertido. Los clásicos de blues de Blue & Lonesome prueban que son maestros de su propio oficio, un oficio pulido por el respeto a la música y a los músicos que han pasado anteriormente. Aún antes de convertirse en “Los Stones”, Mick y Keith amaban el blues, un amor también compartido por Ronnie y Charlie. En sus primeros tiempos como banda, los Stones tocaban la música de Jimmy Reed, Willie Dixon, Eddie Taylor, Little Walter y Howlin’ Wolf, artistas cuyas canciones son versionadas en este álbum. Este es un disco que ha sido planeado durante 50 años, y que sin embargo sólo llevó tres días para ser grabado”
“TODAS ESTAS CANCIONES TIENEN ANTECEDENTES. LES EXPRESAMOS NUESTRO RESPETO, PERO ESTAMOS HACIENDO QUE EL BLUES DE UN PASO ADELANTE CON LA ESPERANZA DE PRESENTÁRSELO A UNA NUEVA GENERACIÓN DE FANS”
– MICK JAGGER
– MICK JAGGER
DOCE CANCIONES EN PUGNA. El resultado es contundente y no deja ninguna duda por aclarar: se trata de no sólo uno de los mejores trabajos de los Stones, sino además de uno de los mejores discos alguna vez grabados de la historia, y con un repertorio que carece de precedentes, a saber:
1. “Just Your Fool”: Los Stones eligen abrir el álbum con una de las cuatro canciones de Little Walter (el nombre artístico de su autor Walter Jacobs) que en esta obra figuran y que Walter, principal influencia de Jagger a la hora de soplar la armónica, grabó por primera vez en 1960. La quintaesencia del sonido de Chicago en su máximo esplendor.
2. “Commit A Crime”: Pocos riffs de blues a través de la historia pueden sonar tan badass como el de este clásico del gran Howlin’ Wolf (Chester Burnett), una de las voces más clásicas de la historia del blues, que la escribió y grabó originalmente en abril de 1966.
3. “Blue And Lonesome”: Canción que da título al disco y segunda del álbum de la pluma de Little Walter, quien la registró por primera vez en agosto de 1959. Quizás la performance vocal más desgarrada que Jagger alguna vez plasmó.
4. “All Of Your Love”: Con su ritmo jazzeado y su cadencia desesperada, fue escrita y grabada por Magic Sam (Samuel Maghett) en Chicago en 1967, formando parte del álbum “West Side Soul”. Única canción del álbum que incluye un solo de Keith Richards, todo un auténtico pasaje al infierno… y sin retorno.
5. “I Gotta Go”: Tercera pieza del disco firmada por Little Walter y que grabó originalmente en abril de 1955. Walter no logró que “I Gotta…” llegara a convertirse en hit, como sí lo fue “Roller Coaster”, la cara principal del single del que formaba parte. El “1…2…3…4” al inicio de la canción, antes de la armónica de Jagger, es crédito de Ronnie Wood.
6. “Everybody Knows About My Good Thing”. Escrita por Miles Grayson y Lermon Horton y grabada originalmente por Little Johnny Taylor en 1971, título de su disco debut lanzado al año siguiente. Un shot directo de R&B del que resulta difícil reponerse. Jagger ya la había registrado en vivo junto a Gary Moore y The Midnight Blues Band el 28 de junio de 1992 como parte del evento en Londres “A Celebration Of The Blues”, la cual terminó siendo cara B de su single solista “Don’t Tear Me Up” de 1993. La canción incluye la prodigiosa presencia de Eric Clapton en guitarra slide.
7. “Ride’Em On Down”: Canción de Eddie Taylor grabada para el legendario sello de Chicago Vee Jay en diciembre de 1955, y hasta ahora último corte promocional del disco, con video incluido.
8. “Hate to See You Go”: Cuarta y última canción firmada por Little Walter, el cual la registró por primera vez en el mes de agosto de 1955. El ritmo logrado por Charlie Watts supera la perfección.
9. “Hoo Doo Blues”: La más oscura de las canciones que integran el disco, fue escrita por Otis Verries Hicks y Jerry West y grabada por Lightnin’ Slim (el nombre artístico de Hicks) en el estado de Louisiana en 1958.
10. “Little Rain”: Escrita por Ewart G. Abner y Jimmy Reed, y originalmente grabada por Reed (una de las influencias más históricas de los Stones, de quien ya habían grabado “Honest I Do” en su álbum debut) en Chicago en 1957. Imposible pensar en una canción que resulte más ideal como eventual banda de sonido para sellar un pacto con el diablo en una carretera solitaria pasada la medianoche.
11. “Just Like I Treat You”: Compuesta por el enorme (nunca mejor dicho) cantante, productor y compositor clave Willie Dixon, una de las figuras más prominentes de la escena de blues de Chicago del siglo pasado, y grabada por primera vez por Howlin’ Wolf en diciembre de 1961 para el legendario sello Chess.
12. “I Can’t Quit You Baby”: Canción que cierra el disco, también escrita por Willie Dixon, que el cantante y guitarrrista Otis Rush registrara como parte de su primera sesión de grabación en Chicago en 1956. “I Can’t Quit…” contó con varias versiones grabada por otros artistas a través de los años (como las de John Mayall o John Lee Hooker, por recordar algunas), si bien la más recordada será la que Led Zeppelin incluyó en su álbum debut de 1969. Segunda y última aparición de Clapton y otro de sus célebres solos característicos.
“LO QUE TOCAMOS EN ESTE DISCO VIENE REALMENTE DE LA MISMA ÉPOCA DE LO QUE HACÍAMOS EN NUESTRO PRIMER ÁLBUM, POR LO QUE ESTÁ TODO MUY CONECTADO. NOS HACE REGRESAR A NUESTRAS PRIMERAS GRABACIONES” – KEITH RICHARDS
TRISTE, SOLITARIO… Y GENIAL. En tiempos como éstos tan carentes de alma, “Blue & Lonesome” conforma toda una declaración de principios y cuesta no fantasear con la idea de que, de haberse grabado antes, sin dudas hubiera pasado a engrosar la lista de los mejores y más clásicos trabajos de los Stones. Desafiando toda chance mayor de esplendor, los Stones terminan superándose a sí mismos, cerrando un círculo que comenzaron a delinear cuando eran apenas un puñado de chicos de clase media que soñaban con vivir de lo que más les gustaba hacer y que ahora, más de medio siglo más tarde, renuevan la apuesta original con la misma propuesta. Quizás de aquí en más deberían aferrarse a su legado y mantenerse en la misma línea hasta el día que decidan parar, si de alguna manera eso resulta imaginable. Volver a mirar al pasado, que al fin y al cabo tampoco nunca se fue, y continuar rindiéndole tributo a sus venerados héroes musicales, lo que quizás puede imaginarse como el final artístico perfecto de la banda blanca de blues más proselitista que el mundo alguna vez conoció o conocerá, tal como queda indiscutiblemente demostrado en su nueva producción tan cruda, sucia e irresistible.
La experiencia definitiva sugiere ponerse a escuchar “Blue & Lonesome” en soledad en el medio de la noche, no antes de las 3 o 4 AM, con auriculares clavados a los tímpanos y las luces apagadas, en la oscuridad total… Uno puede garantizar que para cuando suena la última canción del álbum, resulta casi inevitable terminar llorando de emoción ante semejante obra maestra del blues y comprobar que aquella misión divina inicial terminó cumplimentándose con creces, ante una inmortalidad definitivamente garantizada.
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